viernes, 23 de julio de 2010

Inesperado


Estoy ahí sentada, mirando a las personas caminar a mi alrededor.
Hay una razón por la que voy a coger ese avión, pero ahora mismo no importa.
No quiero pensar en mi historia.
Todos llevan una consigo e imagino cuales pueden ser. Muchos hombres llevan carteras y traje, probablemente deseando llegar a casa tras un viaje de negocios.
También hay familias, con miles de maletas. Madres preocupadas de haberlo cogido todo y padres intentando controlar a unos niños que corretean felices, emocionados por las vacaciones.
Hay extranjeros por todas partes, algunos entran en las tiendas de recuerdos y compran figuras de sevillanas o toros “typical spanish”.
Me pregunto cómo serán sus vidas... ¿Serán felices?
Tal vez alguno de esos empresarios perderá su negocio, pero al hacerlo recuperará a su familia; algún estudiante se irá de viaje para aprender algo nuevo. Alguno de los hijos de esas familias conseguirá todo lo que se proponga, o quizá no. Alguien conocerá a una persona que cambiará su vida y le hará sentir muy, muy especial. Otras parejas, sin embargo, se dirán adiós.
Yo sigo aquí sentada, suena una canción en mi reproductor y dejo de sentirme aquí. Quiero pensar en todo lo que me queda por pasar, y en todo lo que voy a vivir.
Aún quedan muchas historias por contar.

sábado, 10 de julio de 2010

Solía ser así


A veces planeamos, planeamos, y las cosas no salen como queríamos en un principio. A veces las personas nos decepcionan, o tal vez, las decepcionamos nosotros a ellos. Cuando te esfuerzas en que alguien no pierda el rumbo, porque le quieres. Quieres que las cosas le salgan bien, porque se lo merece, por todo lo que ha trabajado, y sin embargo, con un par de malas decisiones derruyen todo lo afanosamente construido. Y duele. Duele ver como tiran por la ventana años de sueños, de planes, de proyectos. Por dudas, por miedo… o por dolor. Por rechazo, por querer encajar en un mundo que no es el nuestro, y que no lo será. Porque por más que nos esforcemos, nunca dejaremos de escucharnos a nosotros mismos y no podremos negar que es lo que sabemos cierto. Pero peor es el sentimiento de impotencia. Cuando tiendes una mano amiga, y esas personas no quieren ser ayudados. ¿Qué hacemos entonces? ¿Atormentarnos con errores que no son los nuestros? ¿Sufrir por no saber qué hacer por ellos?

Y entonces se alejan, las alegres conversaciones se apagan entre saludos insípidos que dan paso a silencios vacíos. Y yo quisiera poder hacer algo por ti. De alguna manera devolverte lo que me has enseñado, lo que me has aportado. Manías, libros geniales, tus gustos raros para la música y esa tendencia a la iconografía en las camisetas. Ironía, mucha. Pero también ese optimismo tan tuyo. Y me robaste algo de ingenuidad, eso seguro.

Vuelve a ser tú.

sábado, 3 de julio de 2010

Esta noche tuve miedo


Papá, esta noche tuve miedo… Alguien estaba en mi habitación, no sabía quién era.
Un mal sueño me despertó, y en la cama de abajo vi una sombra. Un bulto ocupaba las sábanas. Me asusté. Un susurro de su respiración cortó la mía. Se me encogió el corazón y no supe que hacer. Estabas lejos. Mi colcha volvió a ser mi mayor protección… Como un escudo imaginario, un escudo frente al miedo.
Pero cada vez sentía el miedo más profundo… No sabía qué hacer, y papá… Solo tengo seis años. Empecé a llorar. Al principio, solo sollozaba, en un intento esperanzado de que sintieras mi miedo y mi frustración, pero no podías. Poco a poco, la desesperación que me embargaba fue creciendo, hasta que mi llanto, de puro miedo, ascendió en el aire.

Entonces os llegó el sonido, a ti, y a mamá.