domingo, 29 de agosto de 2010

Mentira

Y aunque podía sentir que algo iba mal, no quería reconocer que fuera capaz de hacerlo.
Pese a qué en mi fuero interno supiera que lo era perfectamente.
Tras tantos momentos compartidos, sonrisas cómplices y miradas que lo decían todo.
Me sentí estúpida, y algo se rompió, porque no me esperaba algo así.
No de ella. No de esa forma.

lunes, 23 de agosto de 2010

¿Riesgos?


Me sentía dividida. Habían pasado muchas cosas aquella noche y no sabía qué era lo que quería. Siempre he dicho que ese es el peor problema de la gente, el no saber que quiere: porque cuando sabemos lo que queremos, podemos encontrar la manera de conseguir cualquier cosa.
Y ahora es mi problema también

Le buscaba con la mirada cuando encontré algo nuevo. Y me hizo reír, y me acompaño.
Me hizo sentir alegre, y aunque seguía muy confusa, me sentí bien.

Gracias.

domingo, 15 de agosto de 2010

Peonías


Me levanté aquella mañana de abril, aún con restos del resfriado que había sufrido durante la última semana. El día pintaba horrible, tenía mil cosas que hacer, todas retrasadas.
Abrí la persiana de un tirón, y tenues rayos de luz atravesaron la habitación. Lloviznaba.

Le daba un aspecto bohemio a la ciudad. Me hacía sentir pequeña, y terriblemente vulnerable. Al girarme reprimí un grito de sorpresa. Docenas de peonías llenaban jarrones de cristal distribuidos por la sala. Peonías, suaves, delicadas. La mayoría de ellas seguían cerradas, pero el aroma era intenso y no pude evitar una gran sonrisa.
¿Cómo lo había sabido? ¿Cómo podía haber sabido que hoy necesitaría esto? Cogí una y acaricié los pétalos. La belleza de aquella flor siempre me había cautivado.
Volví hacia la ventana y me senté en el sillón. Podía oír el murmullo del tráfico a lo lejos, el trajín de la gente que iba y venía, todos ellos ajenos a mi repentina felicidad.

Seguí con mis pensamientos hasta que una suave melodía me llegó desde el comedor. Las suaves notas de una pieza de Bach para cello. Aquella canción.
Al salir, fui al salón, allí había una bandeja de color crema, con tostadas francesas y un zumo de naranja. Nunca dejaba de sorprenderme.
Había una carta sobre la repisa del mueble.
El sobre sólo tenía una nota.
La nota sólo contenía dos palabras.

Entonces comprendí que pasaría el resto de mi vida junto a él.