Esta semana, a pesar de todo el estrés de los exámenes y eso, me he dado pequeños lujos.
Entre ellos, he visto una película que nos recomendó uno de mis compañeros en la clase de psicología.
No sé si la habréis visto, La Ola. Si no es así, os la recomiendo.
Entre ellos, he visto una película que nos recomendó uno de mis compañeros en la clase de psicología.
No sé si la habréis visto, La Ola. Si no es así, os la recomiendo.
Es increíble el poder de la mente. Increíble el poder de las palabras. Increíble el control que puede ejercer una sola persona sobre tantos. Sin maldad, con las mejores intenciones. Querer enseñar, hacer algo bueno, algo productivo. Unir a las personas, que se sientan importantes, incluidas, que forman parte de algo. Hasta que este poder que ni pensabas que tenías te arrastra incluso a ti, te desborda. Se te va de las manos.
Es fácil iniciar algo, pero mucho más difícil es pararlo.
Si bien la película está llena de opiniones superficiales y parches por todas partes, como la imagen de macarras estúpidos de los anarquistas, a quienes se tacha de ignorantes y descerebrados, es el experimento en sí lo que me impresiona. El hecho de que el ser humano se deje llevar con tal facilidad por las ideas de cualquier persona con dotes de liderazgo más sobresalientes. El grupo que se forma se encuentra a gusto en esta nueva alianza que ellos mismos han formado, ya que se encuentran en una crisis total de valores, de ideales, de esperanzas, sueños y metas. Algunos de ellos están desmotivados, otros se sienten solos o desatendidos, o todo lo anterior. Este proyecto les da algo a lo que aferrarse, y sin duda lo hacen, reproduciendo todas las actitudes que ellos mismos criticaban y ante las que se horrorizaban.
La humanidad puede volver a cometer los mismos errores del pasado, caer en las mismas trampas del mismo ser humano. De hecho, nos jactamos de que algo como el III Reich no podría darse de nuevo, pero nos encontramos inmersos en otros horrores, ante los que (espero) generaciones futuras (ojalá no tanto) se horroricen. Nuestra sociedad se ha vuelto insensible ante el dolor ajeno, ante la tristeza, nos hemos vuelto egoístas y egocéntricos. No vemos porque no queremos hacerlo. Y para mí, eso es casi igual de penoso.
Aprendamos de la historia.
La humanidad puede volver a cometer los mismos errores del pasado, caer en las mismas trampas del mismo ser humano. De hecho, nos jactamos de que algo como el III Reich no podría darse de nuevo, pero nos encontramos inmersos en otros horrores, ante los que (espero) generaciones futuras (ojalá no tanto) se horroricen. Nuestra sociedad se ha vuelto insensible ante el dolor ajeno, ante la tristeza, nos hemos vuelto egoístas y egocéntricos. No vemos porque no queremos hacerlo. Y para mí, eso es casi igual de penoso.
Aprendamos de la historia.