martes, 19 de abril de 2011

Días raros

Vestir una vez más una sonrisa disfrazada, que me vean feliz, que todo importe nada.
Y si hay días en los que no tienes ganas de fingir, no salgas de casa. 
Los demás esperan lo de siempre. No doy más de mí misma. 




Trying not to screw it up. 

viernes, 1 de abril de 2011

Nuestra playa

Hoy me han dicho que pertenezco a este sitio, y me han hecho pensar en la razón.
No sé que tiene este lugar. No es gran cosa, de verdad. Pero puede que sea precisamente eso lo que lo hace tan especial. Esa especie de belleza sencilla. Creo que no todo el mundo la ve, y  sé que muchos lo hacen. A mí me parece que transmite mucha fuerza, y serenidad a la vez.
Es uno de los lugares a los que me gusta escapar a pensar, o a esconderme con un libro.
Lo conocí de niña, cuando iba con mis padres, cada día. Por la mañana, cuando había gente. Ahora el lazo con ese lugar se ha vuelto mucho más fuerte, y por eso lo echo de menos. Ir por la tarde, cuando ya no queda apenas nadie. Cuando el sol se esconde y los azules del cielo se funden con el propio azul del mar en el horizonte. Esos momentos de quietud en que cierras los ojos y sólo escuchas las olas romper con las piedras de la orilla. Cuando respiras ese olor a sal y no quieres mover ni un solo músculo por estropear el momento. Cuando el agua está tan transparente que no puedes dejar de mirarla. Tranquila, serena, suave. También las tardes caminando por el paseo, disfrutando del sol, patinando, buscando piedrecitas brillantes, viendo los puestecitos, viendo una película en el cine de verano, con los amigos, todos tirados en toallas y con un bocadillo como compañero. Las risas en pleno agosto, las carreras en patinete, las excursiones al faro, las cenas, los baños de medianoche…

Hay quien dirá que es una playa pequeñita, que no va nadie, que las piedras duelen en los pies, que es muy profunda. Pero es mi playa, nuestra playa.