viernes, 30 de abril de 2010

Por las sonrisas de la gente


Me encanta saber que siempre hay gente dispuesta a hacer sacrificios por las personas.
Cuando la gente que se tiene alrededor le sonríe a uno, y le hace sentir especial.

Gracias, gracias y mil gracias, por hacerme sentir importante, por estar.

Siempre me alegraré de tener a gente que me apoya, que aporta nuevas ideas, nuevos puntos de vista, y que te animan a iniciar algo nuevo o solo a seguir.

Séneca dijo que tanto la amistad como la enemistad vienen de la voluntad.
Gracias por esto también.

jueves, 29 de abril de 2010

Afán recaudatorio


Esta mañana, por razones que no vienen a cuento, me he tenido que desplazar de mi casa en coche a las 6 de la mañana. Tuve que aparcar mi coche, de tamaño considerable, en una calle donde es particularmente difícil encontrar un solo hueco, como para además pedir que sea grande. Me urgía aparcar, mucho. Por lo que, pensé, que aparcaría en una esquina. Esta esquina se encuentra entre dos pasos de cebra y no era la primera vez que me estacionaba allí.

Da la casualidad, de que frente a dicha esquina, se encuentra una sucursal de la Policia Nacional. No me preocupé demasiado, ya que solo iba a quedarme unos 45 minutos, y a esa hora no me pareció importante.

Resolví mis asuntos y volví tranquilamente a la esquina. El coche había desaparecido. Horror.
Mi primer instinto me dice que me he olvidado de donde he aparcado el coche, pero poco a poco me voy dando cuenta de que no. El coche ESTABA ahí. Mi corazón se acelera, la grúa.

Sin dudarlo ya, corro de vuelta para encontrarme con las personas con quienes estaba.
“Necesito que me llevéis al Depósito Municipal. La grúa se ha llevado mi coche”.
Mis amigos, muy solidarios ellos, me acompañan y me prestan el dinero para sacar el coche del depósito.

Los nacionales habían llamado a la grúa para que se llevaran el coche. Ahora me ha tocado pagar 60 euros por sacarlos del depósito y, en muy poco tiempo (en esto nunca se retrasan) me llegará una bella factura de 90 euros. Aún tendré que dar gracias.
Ahora mi pregunta es, ¿Por qué se llevan un coche que ni dificulta el tráfico, ni está en zona de carga/descarga, ni lleva mucho tiempo aparcado, si ni siquiera pasan coches por la calle a esa hora de la mañana? ¿Por tocar las narices? No. Por dinero.

El afán recaudatorio de la Policía, con todos mis respetos, está llegando a límites extremos.

Respeto profundamente la labor que realizan, pero sinceramente, hay coches aparcados en doble fila, que paran en medio de la calle para hablar con algún peatón, que paran en vados, que están abandonados desde hace meses… ¿Por qué mi coche sí, y esos no?

Un poco de cordura por favor, que estamos en crisis.

martes, 27 de abril de 2010

Querido viajante


Muchas veces me he preguntado por qué me gusta tanto todo lo extranjero. Supongo que es porque siempre he tenido una predilección por lo que no puedo conseguir de manera inmediata. Pero me parece que esta enfermedad mía no se limita a eso, sino que va más allá.

La necesidad de salir, de conocer y experimentar no me deja vivir tranquila, por eso cada año me receto un viajecito para calmar el vicio.

Hace unos tres años tuve la ocasión de salir de España para ir a Inglaterra a pasar un mes con una familia local, a quienes no conocía de nada. Pasé por cosas que no podría haber vivido de ninguna otra manera y me ayudó a darme cuenta que el mundo real existe tras la cortina parental y la excusa de los estudios. Bueno en realidad, de esto último cuesta más librarse.

Tras aquel verano, en el que aprendí que el mejor inglés no se consigue con los libros, las ganas de conocer los EEUU no hicieron más que aumentar cada día. Por lo que finalmente, tras mucho ahorrar conseguí hacerme con unos billetes para Boston. Aquel verano fue uno de los mejores de mi vida. Conocer personas, con tantos puntos de vista diferentes al tuyo; calles, increíbles paseos por los jardines de Harvard, carreras matinales junto al rio Charles. Conseguí que me llevarán a Washington DC, como no. Cuanto contraste en una pequeñísima parte de este increíble país. Y, por supuesto, la siempre fantástica Nueva York.
Ha pasado un tiempo desde entonces, pero ahora, con un acento marcadamente americano, me muero por volver. He ido a otros sitios después, pero ninguno me ha enamorado como NY. No por su rica arquitectura, o por su gran gastronomía, pero el encanto cosmopolita no se lo quitará nunca la historia. Una ciudad donde en cada esquina puedes sorprenderte.

De todos modos, he aprendido a valorar cada momento, no importa dónde o con quién esté. Una semana en París con mi madre lo ratifica. Abrumados por la grandiosidad de la capital francesa, miles de turistas caminan afanados por las calles, en busca de grandes fotografías y las mejores gangas en souvenirs; mientras que sólo unos pocos afortunados se paran y observan.

Me he dado cuenta de que solemos perdernos los detalles que la vida nos ofrece en pos de la búsqueda de las grandes visiones, las grandes verdades, la gran felicidad. Estos detalles son los que hacen que podamos levantarnos con ilusión cada mañana.
Poder pasear por los patios del Louvre mientras escucho un chelo de fondo, unas notas que me transportan a otro mundo, muy lejano, mucho tiempo atrás. Una melodía que me emocionó, que arrancó los aplausos de unos pocos. De tan pocos. ¿Y todo por qué? ¿Por unas monedas? No. Por ilusión. Puede que solo fuéramos unos pocos, pero fuimos los suficientes para dar sentido a lo que aquel hombre estaba haciendo. Magia.
Por eso, amigos viajantes, no nos distraigamos, seamos curiosos, aprendamos, disfrutemos. Apreciemos las cosas que tenemos delante y no nos ceguemos por las grandes visiones.
La vida es así, y así es como nos conoceremos a nosotros mismos.

viernes, 23 de abril de 2010

¿Estamos locos?

Últimamente nos asaltan las malas noticias. En este nuestro queridísimo país, me apena decir que la sociedad no es mucho mejor que la clase política.

Me refiero a la noticia que más me ha impactado en estos días, la polémica sobre Nawja y su pañuelo. Esta chica, ha sido acosada por la sencilla razón de defender en lo que cree. Me pregunto, ¿Es un pañuelo tan ofensivo? ¿No respeta a los demás por llevarlo? Esta chica profesa la religión musulmana y ha decidido el cumplir con lo que le parece importante. ¿Quiénes somos para impedírselo? Mucha gente responde que si están quitando los crucifijos de las aulas, ¿por qué tienen que convivir con un pañuelo muestra de otra religión? Sigue impresionándome la ignorancia de este país, lo cerrada que tiene la mente nuestra sociedad. Puesto que, por suerte, vivimos en un Estado constitucional, cualquier ciudadano, sea cual sea su nacionalidad, ve reflejado en este documento el derecho de libre ideología; hace años que somos un Estado aconfesional. Esta joven está viendo su derecho a la educación anulado por un asunto de religión. Eso sí debería tomarse en cuenta.

Por otro lado, la reacción popular me deja perpleja. Hemos llegado a un punto de irracionalidad que me sorprende. Se está censurando a una chica que defiende sus convicciones y su opinión, mientras dejamos libres de culpa a políticos que se llenan los bolsillos a nuestra costa. Las reacciones xenófobas son, lamentablemente, inevitables y ahora es cuando hemos de demostrar que los últimos cincuenta años han dejado mella en nosotros, que queremos vivir en armonía. Hemos de aprender a ser tolerantes, aunque pensaba que teníamos la lección superada. ¿Qué es lo que nos lleva a reaccionar de esta manera? La respuesta es sencilla, el miedo. A lo desconocido, a los cambios, a lo distinto. Pero para evitar estas situaciones hay que aplacar la ignorancia de las masas. Para ello, la educación es lo fundamental.

He oído a mucha gente tachar a los musulmanes de extremistas y fanáticos, pero citando a Borges: “Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos, porque uno termina pareciéndose a ellos”.